Summarize this content to 2000 words in 6 paragraphs in english Derramaron decapante para carcomer la carrocería de un taxista que no formaba parte de los suyos. Lanzaron una batería a una patrulla policial y excrementos de perro contra la fachada de la casa un concejal de Movilidad. Espiaban a agentes y políticos y guardaban fotos comprometedoras para luego chantajearlos. Los delitos cometidos supuestamente por los taxistas del aeropuerto de Sevilla durante las dos últimas décadas incluyen espionaje, palizas, sabotajes y amenazas. Se trata de un grupo cohesionado de 200 conductores que actúa como un clan y que han protagonizado desde pintadas en casas de políticos a destrozos de los vehículos que consideran enemigos porque se atreven a recoger pasajeros en su exclusivo territorio: el aeródromo de San Pablo.La operación Aertase, que el pasado jueves descabezó la asociación Solidaridad Hispalense del Taxi, ha evidenciado la inacción del Ayuntamiento de Sevilla (PP) para acabar con este grupo violento, a pesar de que lleva más de 20 años con un monopolio ilegal que la justicia ya sancionó en 2002. Años después y tras recabar decenas de denuncias, en 2017 la policía acusó a 27 taxistas de organización criminal, daños y coacciones, pero el caso se archivó años después por incumplir la jueza los plazos procesales.Los ataques a otros taxistas y vehículos de alquiler con conductor (VTC) continuaron y las denuncias se han reactivado en 2024, por lo que la Brigada de Información sevillana ha vuelto a imputar a 20 taxistas y detener a 18, que el Juzgado de Instrucción 4 de la capital andaluza puso el sábado en libertad, acusados de organización criminal, daños, amenazas y coacciones. Entre ellos destaca el presidente, Antonio Velarde, su hija, y toda la junta directiva de la asociación.Tras la inédita operación de hace ocho años contra este gremio, el Consistorio (entonces del PSOE) reaccionó creando una unidad en la Policía Local para vigilar las paradas de tren y el aeropuerto ante el aumento de turistas y sus quejas por tarifas desorbitadas, engaños y discusiones en plena calle. La unidad policial Sesja nació con 20 policías y tres oficiales, de los que hoy quedan tres policías y un oficial, y los cuatro han pedido otros destinos. La muerte de esta unidad ha sido progresiva.Una indignada fuente policial describe así la situación: “El Ayuntamiento no te deja tocar a los taxistas. Tienen su mafia, se castigan entre ellos. ¿Por qué no ha retirado licencias el Instituto [municipal] del Taxi? ¡Se lo hemos puesto en bandeja con los controles de documentación!”. Un agente de la esquilmada unidad Sesja echa sal en la herida: “De un partido y otro han sido incapaces de acabar con ellos… Con Filgueras [primer presidente de la asociación, detenido en 2017] había que pedir refuerzos, porque cuando te dabas cuenta estabas rodeado. Implantaron un clan, una secta. El resto de los taxistas les tienen pánico porque atacan sus coches con ácido y les pinchan las ruedas”. El agente relata que los taxistas del clan han seguido hasta sus casas a los policías y han logrado sus datos personales para amedrentarles. “Desde 2001 no ha cambiado nada, todo sigue igual. El cobro abusivo sigue existiendo y han amenazado al propio director del aeropuerto con pintadas”, añade.Un taxi vandalizado con ácido decapante en 2019. / CEDIDAAhora, los cuatro policías que quedan en la unidad apenas hacen controles a los taxis porque siempre hay tráfico que ordenar ante el aumento de pasajeros. En 2014 los viajeros que utilizaron el aeródromo fueron 3,8 millones; este año la cifra se ha duplicado hasta los 8,4 millones. Con el tráfico aéreo disparado, un único autobús a Sevilla y los mismos 200 taxistas que hace dos décadas, las colas de espera son eternas.Uno de los taxistas que sufrió ataques relata: “Hace cinco años, me encontré una mañana el coche lleno de ácido y los pilotos reventados. Te lo hacen después de amenazarte, pero el que te amenaza siempre tiene una coartada para la noche del ataque, con un vídeo que enseña a la policía”. El taxista explica que muchos en Solidaridad no comparten la violencia, “pero el trabajo es cómodo y ganas bastante dinero”, dice.El viernes el ambiente era de calma tensa entre los 16 taxistas presentes en la parada del aeropuerto a las dos de la tarde. Uno de ellos, Manuel Martínez, rebatía que hubiera problemas para acceder a la parada: “Aquí carga todo el mundo que viene y pide la vez. Hay que respetar el turno y algunos no lo respetan cuando vienen de noche, de ahí las quejas”. El taxista paró de hablar segundos después de empezar, cuando un compañero lo agarró del brazo y le ordenó que se callara.Una pasajera accede a un taxi el pasado viernes en el aeropuerto San Pablo de Sevilla. MAYA BALANYAA pocos metros, recién aterrizada de Madrid y con su vuelo a Jerez desviado por la niebla, una pasajera opina: “Siempre decíamos mi amiga sevillana y yo que eran una mafia porque no dejaban entrar a sus propios compañeros”. Carlos Martín, que trabaja en la terminal para una empresa de alquiler de coches, apunta: “Todo el mundo conoce la mafia del taxi. Trabajé en Cabify cuatro años, pero logré evitarlos”. La ira del clan se dirige contra otros taxistas autónomos, pero sobre todo contra los VTC, cuyos conductores han sufrido graves ataques. Nueve coches de Cabify ardieron en 2017, pero la Guardia Civil no halló pruebas concluyentes contra los taxistas detenidos.La asociación empresarial de las VTC de Andalucía impulsó la causa de 2017, con 32 investigados en total y, según Pablo García, su presidente, la llamada mafia del aeropuerto “es una organización jerarquizada”. “El presidente tiene una guardia pretoriana y una red de informadores que hacen fotografías a policías locales, políticos y personajes influyentes de la ciudad. Un tráfico de información para establecer chantajes. El concejal socialista Juan Carlos Cabrera casó al presidente de la asociación y fue a su celebración con parte de la corporación”.Silencio en el ConsistorioGarcía exige ahora al Ayuntamiento que suspenda las licencias de los detenidos y así impida las coacciones a los otros 1.800 taxistas y VTC de la ciudad. El Consistorio ha rechazado contestar las preguntas de este diario y se limita a avanzar que convocará una reunión del Instituto del Taxi “para buscar soluciones con todas las asociaciones”.Según zanjó la juez instructora en un auto de 2018, cuando la policía registró la sede de los taxistas, encontraron “fotografías de vehículos de la Policía Local y de agentes, en concreto de los agentes que realizaban el mayor número de actuaciones en las instalaciones del aeropuerto […]. Una verdadera organización criminal, un grupo perfectamente estructurado y jerarquizado”.Estos taxistas también han saboteado actos políticos. El pasado 7 de junio todas las agrupaciones de taxistas acudieron a un pleno municipal. A la salida, según denuncia Rafael Baena, presidente de la asociación minoritaria de conductores Élite, los de Solidaridad les “hostigaron” y tuvo que intervenir la policía. Baena también denuncia que la mayoritaria Unión Sevillana del Taxi no condenara públicamente el ataque. “En clara connivencia”, dice. David Capelo, presidente de esta última asociación, ha evitado responder a este diario.Baena arremete a su vez contra el alcalde José Luis Sanz con una escena: “En una reunión en mayo le preguntó a su delegado de Seguridad qué consecuencias tendría para él y para el Ayuntamiento acabar con Solidaridad, el concejal se encogió de hombros y le dijo que ya se habían quitado de en medio a dos concejales antes. Yo no salía de mi asombro por la falta de pudor”.El PSOE ha rechazado participar en este reportaje. “Hay un deterioro claro en los servicios públicos y una falta de respuesta del Ayuntamiento. Es inconcebible que no se garantice la seguridad en la parada a los taxistas”, censura Ismael Sánchez, portavoz de Izquierda Unida. En 2002, el Tribunal Superior de Justicia andaluz ya dictaminó que la solución idónea era un sistema de turnos rotatorios para asegurar que todos los taxistas accedieran al aeropuerto en igualdad, pero el Consistorio ha ignorado la sentencia durante 23 años. “¿Qué espera el Ayuntamiento, un muerto?”, concluye Baena.
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